LA ENSEÑANZA DE ESTRATEGIAS DE COMPRENSIÓN LECTORA
- RESUMEN
En
lo que resta de la obra vamos a tratar el tema de las estrategias y de su
enseñanza, por lo que considera ISABEL SOLE, necesario abordar de entrada en
qué consiste una estrategia y cuál es el papel que se les concede en la
lectura. Ofreceré también una explicación general acerca de lo que supone su
enseñanza, deteniéndome en algunas propuestas concretas. El resto del capítulo se
dedicará a aquello que es objeto de la lectura, el texto, a su caracterización
y a algunas propuestas concretas para distinguirlos. Como lector, debería
considerar este capítulo como una introducción a los siguientes, en el sentido
de que le va a aportar algunos conocimientos previos relevantes para la
comprensión y adecuada ubicación de los contenidos que se vierten en los que
vienen a continuación.
A)
¿Qué es una estrategia? El lugar de
las estrategias en la enseñanza de la lectura
Para
entender ejemplifica lo siguiente el autor,
se anuda los cordones de los zapatos, cuando cocina cualquier
exquisitez, cuando decide si le resulta más eficaz recoger a su hijo del
colegio antes de efectuar la compra y llevarle una copia de un artículo al
compañero que se lo pidió, o por el contrario, que lo mejor es dejar la compra
en el último lugar y efectuar primero los otros encargos, está usted tratando
con procedimientos. Probablemente
pensará que aunque es cierto que anudarse los deportivos, cocinar y realizar un
itinerario son acciones ordenadas enfocadas hacia la consecución de una meta
-no tropezar con el cordón; satisfacer una necesidad básica; hacer lo que se
había propuesto esta tarde-, también lo es que existen diferencias entre estos
procedimientos. Así, mientras que en el primer caso se
trata de una acción completamente automatizada (¡pruebe lo difícil que es hacer
el lazo y doble nudo cuando se piensa en ello!), en el segundo lo que hacemos
es seguir unas instrucciones que nos aseguran la consecución de un objetivo, de
manera que nuestra acción se encuentra prácticamente controlada por tales
instrucciones. En cambio, cuando nos encontramos en una situación como la que
ejemplificaba en tercer lugar, las cosas son un poco distintas. En este caso, hacemos uso de nuestra
capacidad de pensamiento estratégico, que aunque no funciona como «receta» para
ordenar la acción, sí posibilita avanzar su curso en función de criterios de
eficacia. Sin embargo, es característico de las estrategias el hecho de que no
detallan ni prescriben totalmente el curso de una acción; el mismo autor indica
acertadamente que las estrategias son sospechas inteligentes, aunque
arriesgadas, acerca del camino más adecuado que hay que tomar. Su potencialidad
reside precisamente ahí, en que son independientes de un ámbito particular y
pueden generalizarse; su aplicación correcta requerirá, en contrapartida, su
contextualización para el problema de que se trate. Un componente esencial de
las estrategias es el hecho de que implican autodirección -la existencia de un
objetivo y la conciencia de que ese objetivo existe- y autocontrol, es decir,
la supervisión y evaluación del propio comportamiento en función de los
objetivos que lo guían y la posibilidad de imprimirle modificaciones cuando sea
necesario.
B)
¿Por qué hay que enseñar estrategias?
¿El papel de las estrategias en la lectura?
“¡Pues
para leer! ¿Para qué va a ser, si no?”; la comprensión de lo que se lee es
producto de tres condiciones.
Ø Para que el lector pueda comprender,
es necesario que el texto en sí se deje comprender y que el lector posea
conocimientos adecuados para elaborar una interpretación acerca de él. Recuerde
que hablamos ya de estas condiciones en el segundo capítulo, cuando
analizábamos las relaciones entre leer, comprender y aprender. Recuerde también
que al referirnos al «conocimiento previo adecuado» o pertinente del lector, no
estamos aludiendo a que «sepa» el contenido del texto, sino a que entre éste y
sus conocimientos exista una distancia óptima que permita el proceso de atribución
de significados que caracteriza la comprensión.
Con todo, estas condiciones son necesarias pero no suficientes. La
comprensión depende aún de otro factor, descrito por Palincsar y Brown (1984).
Ø De las estrategias que el lector
utiliza para intensificar la comprensión y el recuerdo de lo que lee, así como
para detectar y compensar los posibles errores o fallos de comprensión. Estas
estrategias son las responsables de que pueda construirse una interpretación
para el texto y de que el lector sea consciente de qué entiende y qué no
entiende, para proceder a solucionar el problema con que se encuentra.
Ø Aprender estas estrategias -¿cuáles?-
y poder usarlas requiere organizar situaciones que lo permitan. A ambas
cuestiones voy a dedicar el siguiente apartado.
C)
¿Qué estrategias vamos a enseñar?
¿Cómo podemos enseñarlas?
Las
estrategias que vamos a enseñar deben permitir al alumno la planificación de la
tarea general de lectura y su propia ubicación -motivación, disponibilidad-
ante ella; facilitarán la comprobación, la revisión y el control de lo que se
lee, y la toma de decisiones adecuada en función de los objetivos que se
persigan. Es fundamental que estemos de
acuerdo en que lo que queremos no son niños que posean amplios repertorios de
estrategias, sino que sepan utilizar las estrategias adecuadas para la
comprensión del texto, sugieren que las actividades cognitivas que deberán ser
activadas o fomentadas mediante las estrategias son las que le describo a
continuación.
1.
Comprender los propósitos explícitos e implícitos de la lectura. Equivaldría a
responder a las preguntas: ¿Qué tengo que leer? ¿Por qué/para qué tengo que
leerlo?
2. Activar y aportar a la lectura los
conocimientos previos pertinentes para el contenido de que se trate. ¿Qué sé yo
acerca del contenido del texto? ¿Qué sé acerca de contenidos afines que me
puedan ser útiles? ¿Qué otras cosas sé que puedan ayudarme: acerca del autor,
del género, del tipo de texto...?
3. Dirigir la atención a lo que resulta
fundamental en detrimento de lo que puede parecer trivial (en función de los
propósitos que uno persigue; punto 1.). ¿Cuál es la información esencial que el
texto proporciona y que es necesaria para lograr mi objetivo de lectura? ¿Qué
informaciones puedo considerar poco relevantes, por su redundancia, por ser de
detalle, por ser poco pertinentes para el propósito que persigo?
4.
Evaluar la consistencia interna del contenido que expresa el texto y su
compatibilidad con el conocimiento previo, y con lo que dicta el «sentido común».
¿Tiene sentido este texto? ¿Presentan coherencia las ideas que en él se
expresan? ¿Discrepa abiertamente de lo que yo pienso, aunque sigue una
estructura argumental lógica? ¿Se entiende lo que quiere expresar? ¿Qué
dificultades plantea?
5.
Comprobar continuamente si la comprensión tiene lugar mediante la revisión y
recapitulación periódica y la auto interrogación.
¿Qué se pretendía explicar en este párrafo - apartado, capítulo-? ¿Cuál es la
idea fundamental que extraigo de aquí? ¿Puedo reconstruir el hilo de los
argumentos expuestos? ¿Puedo reconstruir las ideas contenidas en los
principales apartados? ¿Tengo una comprensión adecuada de los mismos?
6. Elaborar y probar inferencias de diverso
tipo, como interpretaciones, hipótesis y predicciones y conclusiones. ¿Cuál
podrá ser el final de esta novela? ¿Qué sugeriría yo para solucionar el
problema que aquí se plantea? ¿Cuál podría ser -tentativamente- el significado
de esta palabra que me resulta desconocida? ¿Qué le puede ocurrir a este
personaje? , etc. A todo ello cabría
añadir que las estrategias deben ayudar al lector a escoger otros caminos
cuando se encuentre con problemas en la lectura. Aunque Palincsar y Brown no se
manifiestan a este respecto, podemos suponer que estarían de acuerdo en que todo
lo que implican o deberían implicar las estrategias de lectura (es decir,
puntos 1, 2, 3, 4, 5, 6) sería bastante poco útil si no se encontrara
subyacente la idea de revisión y cambio de la propia actuación cuando sea
necesario. Mi propuesta es qué en los
capítulos sucesivos nos ocupemos de las siguientes estrategias:
•
Las que permiten dotarse de objetivos de lectura y actualizar los conocimientos
previos relevantes (previas a la lectura/ durante ella): capítulos 5 y 6,
especialmente.
• Las que permiten establecer inferencias de
distinto tipo, revisar y comprobar la propia comprensión mientras se lee y
tomar decisiones adecuadas ante errores o fallos en la comprensión (durante la
lectura).
•
Las dirigidas a recapitular el contenido, a resumirlo y a extender el
conocimiento que mediante la lectura se ha obtenido (durante la lectura/después
de ella): capítulos 6 y 7.
v La
enseñanza de estrategias de comprensión lectora
Tres
ideas, asociadas a la concepción constructivista, me parecen particularmente
adecuadas cuando se trata de explicar el caso de la lectura, y de las
estrategias que la hacen posible. La primera considera la situación educativa
como un proceso de construcción conjunta (Edwards y Mercer, 1988) a través del
cual el maestro y sus alumnos pueden compartir progresivamente universos de
significados más amplios y complejos, y dominar procedimientos con mayor
precisión y rigor, de modo que unos y otros sean también progresivamente más
adecuados para entender e incidir en la realidad -por ejemplo, para comprender
e interpretar los textos que en ella se encuentran presentes-. Si se trata de
un «proceso de construcción», es obvio que no se puede pedir que todo se
resuelva adecuadamente y de una sola vez; si además es una «construcción
conjunta», parece claro que aun cuando el alumno sea el protagonista principal,
el profesor tendrá también un papel destacado en el reparto, Justamente, la
segunda idea que me parece muy interesante es la consideración de que en ese
proceso el profesor ejerce una función de guía; voy a entender las situaciones
de enseñanza/aprendizaje que se articulan alrededor de las estrategias de
lectura como procesos de construcción conjunta, en los que se establece una
práctica guiada a través de la cual el profesor proporciona a los alumnos los
«andamios» necesarios para que puedan dominar progresivamente dichas
estrategias y utilizarlas una vez retiradas las ayudas iniciales. Diversas
propuestas teórico/prácticas se orientan en este sentido o en un sentido
similar.
Baumann
(1985; 1990) divide en cinco etapas el método de enseñanza directa de la
comprensión lectora:
1.
Introducción. Se les explican a los alumnos los objetivos de lo que van a
trabajar y en qué les van a ser útiles para la lectura. 2. Ejemplo. Como continuación de la
introducción, se ejemplifica la estrategia que se vaya a trabajar mediante un
texto, lo que ayuda a los alumnos a entender lo que van a aprender.
3.
Enseñanza directa. El profesor muestra, explica y describe la habilidad de que
se trate, dirigiendo la actividad. Los alumnos responden a las preguntas y
elaboran la comprensión del texto, pero es el profesor quien está a cargo de la
enseñanza.
4. Aplicación dirigida por el profesor. Los
alumnos deben poner en práctica la habilidad aprendida bajo el control y la
supervisión del profesor. Este puede realizar un seguimiento de los alumnos y,
si es necesario, volver a enseñar.
5. Práctica individual. El alumno debe
utilizar independiente- mente la habilidad con material nuevo. El método de instrucción directa reposa en un
paradigma de investigación educativo que recibe el nombre de
«proceso/producto», porque las prescripciones que de él se desprenden asumen
que se establece una relación causal entre el proceso de la enseñanza -lo que
hace el profesor- y su producto -entendido en términos de los resultados que
consiguen los alumnos. Los procesos internos propios de estos últimos -la
actualización de conocimiento previo, el establecimiento de relaciones con la
nueva información, la atribución de significados, en definitiva- que
constituyen el eje en una óptica constructivista, no son tomados en
consideración de una forma explícita. Se espera que si el profesor enseña unas
determinadas técnicas o estrategias utilizando el modelo de instrucción
directa, los alumnos las aprenderán. Dado que además el modelo se presenta como
una secuencia ordenada de pasos lógicos, la tentación de ser riguroso en la
aplicación y de considerar que con dicho rigor se asegura automáticamente la
adquisición por parte de los alumnos parece casi inevitable. Así, Cooper (1990), en una obra que se basa
en los supuestos de dicho modelo, advierte de los malentendidos que se ciernen
sobre la instrucción directa, cuyo origen puede situarse, según el autor, en
una concepción errónea de lo que ésta significa o bien en su aplicación
incorrecta. Entre estos malentendidos, señala los siguientes:
•
La instrucción directa es la enseñanza de habilidades aisladas.
•
La instrucción directa consiste en explicarles a los alumnos lo referente a una
habilidad.
•
La instrucción directa equivale a la totalidad de la enseñanza de la
lectura.
•
Los profesores saben cómo utilizar el modelo de instrucción directa y de hecho
lo utilizan.
v Los
tipos de textos
Considero
que algunos textos son más adecuados que otros para determinados propósitos de
lectura -como lo son también para determinadas finalidades de escritura- y que
las estrategias que utilizamos para leer se diversifican y se adaptan en
función del texto que queremos abordar.
En lo que sigue, me ocuparé de los textos, sabiendo que existen
múltiples tipologías, y que no es precisamente el acuerdo lo que las
caracteriza. No describiré las relaciones entre distintos textos y estrategias
de lectura, aspecto que será tratado precisamente en los capítulos 5,6 y 7,
dedicados a la enseñanza de estrategias. La exposición que haré aquí es un
recurso del que me doto para poder referirme a ella en apartados posteriores,
cuando sea necesario.
v Tipos
de texto y expectativas del lector
Es
importante distinguir entre los textos que manejamos es porque, como tales, son
distintos. No es lo mismo leer este libro que una novela -¿no le parece? , ni
un informe de investigación que una aventura de Tintín. Eso es evidente y, para
nuestros propósitos, no es necesario insistir en ello. Una segunda razón que justifica que los
distingamos la constituyen las diferentes expectativas que distintos textos
despiertan en el lector.
De
la misma forma, nos resultaría extraño que el contenido del cuento de
Caperucita Roja no se ajustara a la superestructura narrativa:
a) Problema: La abuela de Caperucita ha
enfermado. Alguien tiene que llevarle la comida atravesando el bosque. En el
bosque hay un lobo.
b) Hipótesis:
1)
Caperucita logrará eludir al lobo.
2)
El lobo engañará a Caperucita. 2a) El lobo se merendará a Caperucita.» Queda raro, ¿no? Porque nuestras expectativas
acerca de lo que debe contener un informe de investigación o una narración no
se cumplen, y la lectura, como vimos e iremos viendo, es un proceso continuo de
elaboración de expectativas y predicciones que se van verificando. Por ello, tiene interés que en la escuela los
alumnos lean distintos tipos de textos, que conozcan y se acostumbren a
diversas superestructuras. A los lectores expertos, el simple hecho de saber
que vamos a leer una noticia, un relato, una obra de teatro, las instrucciones
de montaje de un aparato o la definición de lo que en Psicología se entiende
por «esquema», nos hace estar alerta, nos hace esperar unos contenidos y no
otros, nos permite actualizar ciertas estrategias y nos prepara para una
lectura más ágil y productiva, y para una mejor comprensión. ¿Cuáles son los tipos de texto o
superestructuras existentes? La verdad es que distintos autores llegan a
conclusiones diferentes, probablemente porque los objetivos de sus
clasificaciones y las variables que tienen en cuenta para realizarlas son en
ocasiones discrepantes. Así, Van Dijk (1983) distingue la superestructura
narrativa, la argumentativa y el tratado científico, pero reserva la categoría
«Otros tipos de texto» para incluir aquellos que no se ajustan a las categorías
precedentes. Otros autores como Cooper (1990) o Adam (1985), se han ocupado
también de este tema en una perspectiva quizá más pedagógica. Adam (1985), por ejemplo, basándose en
trabajos de Bronckart y Van Dijk, propone retener los siguientes textos:
1. Narrativo. Texto que presupone un
desarrollo cronológico y que aspira a explicar unos sucesos en un orden dado.
Algunos textos narrativos siguen una organización: estado inicial/complicación
/ acción/resolución/estado final. Otros introducen una estructura
conversacional dentro de la estructura narrativa. Son ejemplos los que ya se
imagina: cuento, leyenda, novela.
2.
Descriptivo. Su intención es describir un objeto o fenómeno, mediante
comparaciones y otras técnicas. Adam señala que este tipo de texto es frecuente
tanto en la literatura como en los diccionarios, las guías turísticas, los
inventarios, etc. Es también frecuente en los libros de texto.
3.
Expositivo. Relacionado con el análisis y síntesis de representaciones
conceptuales, el texto expositivo explica determinados fenómenos o bien
proporciona informaciones sobre éstos. Los libros de texto y manuales lo
utilizan con profusión.
4. Instructivo-inductivo. Adam agrupa aquí los
textos cuya pretensión es inducir a la acción del lector: consignas,
instrucciones de montaje o de uso, etc.
2)
UNIVERSO
VOCABULAR
ü
Solamente
los sucesos que se consideran relevantes son recogidos por los medios de
comunicación.
ü
sujetó
con destreza las patas del ternero y las ató
ü
La
cabeza de la jerarquía eclesiástica es el Papa.
3)
FUNDAMENTACION
El
autor(a) tiene como fundamento a determinados autores, como por ejemplo, Valls
(1990) la idea de que las estrategias se sitúan en el polo extremo de un
continuo cuyo polo opuesto daría cabida a los procedimientos más específicos,
aquellos cuya realización es automática y no requiere del control y
planificación previa que caracteriza a las primeras. Otros autores (Nisbet y
Shucksmick, 1987) se expresan en términos parecidos cuando se refieren a las
microestrategias (para nosotros, habilidades, técnicas, destrezas, entre
otros en la que ha sido puesto de
relieve por varios autores (Monereo, 1990; Nisbet y Shucksmith, 1987; Palincsar
y Brown, 1984; Pozo, 1990), son diversas las descripciones de estrategias
existentes.
4)
JUICIO
CRÍTICO
Es
importante el para mí la “enseñanza de estrategias de comprensión lectora”, ya
que nos permite tener nociones más importantes para la comprensión de la
lectura y tener una visión más específica de cómo enseñar la lectura. Sin duda
coincido con la en la necesidad de un texto claro, de la experiencia previa del
lector y de las estrategias que quiere utilizar, para comprender dicho texto.
5)
CONCLUCIONES
En
conclusión la enseñanza de estrategias de comprensión lectora, tendrá como
propósito, la ayuda de que el lector, tenga la autonomía suficiente para
comprender dichos textos, debido a la estrategia establecida.
6)
REFERENCIAS
·
courseware.url.edu.gt/.../Estrategias%20de%20lectura%20-%20Isabel%2.
PDF
·
cursos.cepcastilleja.org/competencias/06materiales/.../01_procesolector.PDF
·
seminariosuc.bligoo.cl/.../Sol_-_La_ense_anza_de_estrategias_de_compr.
PDF
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